domingo, 4 de octubre de 2009

“La Guerra interminable”

Al leer unos artículos sobre el narcotráfico y confesiones de personas que habían estado involucradas alguna vez con los narco me sorprendí demasiado, pero no de manera en que lo hace un niño al recibir un regalo nuevo, sino en la forma en que al pasar de una hoja a otra todo lo que narraban los periodistas sobre los asesinatos y la forma en que se deshacían de las personas me dejo sin palabras, sin saber qué pensar y sin saber qué poder escribir.

Decidí llamar a mi trabajo la guerra interminable porque así me parece toda esta situación del crimen organizado, y vaya que es organizado. No creo que algún día los países dejen de luchar contra enorme mafia, esto seguirá creciendo día con día porque cada vez hay mas demanda y la oferta debe de crecer.

Las cifras de consumo de drogas, especialmente la cocaína, marihuana y heroína, son alterantes pero a la vez me parecieron normales porque en un mundo como este, en el que la sociedad ve el libertinaje cada vez mas normal, no me puedo llegar a asustar.

Viví 17 años de mi vida en el Distrito Federal, una de las ciudades más pobladas del mundo, una gran metrópolis, y el ver a drogadictos en las calles, o estar en una fiesta viendo a la gente drogándose inclusive el que te ofrezcan droga afuera de cualquier antro, cantina, bar, etc, es algo que ya todos los habitantes nos pasamos por alto. Es muy normal que la gente viva así.

Un día paseando por el tianguis de la lagunilla con algunas amigas, una nos pregunto que si podíamos acompañarla a comprar algo de mercancía, yo sabia que ella se drogaba pero era mi amiga ye era una buena chica, por supuesto confundida por no saber qué hacer con su vida. Decidimos ir con ella, y seguimos caminando, de repente entramos a una vecindad, tocamos una imagen santa, nos persinamos y en la esquina volteamos a la derecha, entramos a la famosa “Texas” (conocida así por la sociedad drogadicta) o “El 21” (nombre con el que se identificaba de todas las demás vecindades), es completamente un mundo el que se mueve en esas vecindades, solo se ven andenes y andenes conectándose unos con otros y gente gritando desde arriba: ¡Pásele güerita, tenemos cristal, éxtasis, ácido, coca heroína!, etc. Entramos a un cuarto y lo primero que vi fue a un joven de no mas de 30 años con una pipa enorme, una bolsa negra para la basura llena de marihuana y una basculita, a mi izquierda dos jóvenes fumando mota escuchando una canción de El Tri y al fondo un cuarto vació en donde estaba una imagen enorme de la santa muerte. Estar ahi fue mas que impactante, el miedo no se respira, todo es un ambiente de confianza, de repente vez entrar a una señora con facha de estar vendiendo gorditas en un puesto a comprar su 50 de marihuana, al señor con su portafolio y su traje mas viejo, arrugado y deslavado con facha de ejecutivo, al que vez corriendo en shorts pequeñitos con sus audífonos haciendo “ejercicio” por su 200 de mota, al policía fumando mota y haciéndole la platica a todos los que estábamos ahí, a niños ( fue lo más triste) etc. Saliendo de ahí caminamos como unos 7 minutos, seguíamos adentro de la vecindad, después entramos a un cuarto pequeñito en que solo cabían dos personas, las cuales tenían una mesita esquinera y un cajón con muchísimos compartimientos en los que había todo tipo de narcóticos, al finalizar el recorrido, pagamos un peso a un señor, dueño de una tienda de abarrotes, para que nos dejara salir y … ¡Oh Dios mio!, salimos exactamente en medio del tianguis de Tepito, un recorrido bastante largo a mi parecer.

Ahora me pongo a pensar, si eso es solo una mínima parte de lo que se vive en la ciudad de México por el Narcotráfico, no me imagino todo lo que rige el crimen organizado a pesar de haber leído los artículos.

Esto nunca terminará y es bastante triste. La policía está comprada por el narco, hospitales están comprados por el narco, vidas están compradas por el narco y aunque el el señor del artículo “Confesiones de un asesino de Cd. Juárez”, dice que si sienten culpa por lo que hacen pero que saben dividir su vida familiar de su trabajo, yo no lo creo, creo que son gente sin escrúpulos y sin temor a nada, gente loca y enferma y ya no los describo mas porque en serio me dan asco.

Por último, ya no tengo nada más que decir, creo que lo puse basta para que se entienda mi opinión sobre el tema, lo único que nos queda como sociedad mexicana es cuidarnos al salir a las calles, y tal vez no esperar lo peor, pero si una aceptación sobre lo que hace el crimen organizado hoy en día y sobre todo lo que nos ocultan las autoridades debido a su soborno, pero también con la mentalidad de poder cambiar esta situación en un futuro educando a las personas y a nuestras generaciones a luchar contra el Narcotrafico no consumiendo, no dejándonos sobornar y sobre todo a no tener miedo de enfrentarlo.